jueves, 23 de octubre de 2008

Nº 30 "Jardin Girasol"

Ahí estaba Roberto, soñando. Soñaba con Mariana y todos los colores y aromas silvestres que emanaban de su piel, con sus ojos de planetas brillantes y su piel de terciopelo. Soñaba despierto. Desde su pupitre la veía y añoraba con ansias desmedidas tenerla cerca y susurrarle de sorpresa al oído una invitación a comer helado en medio del patio de la escuela, sentados entre los girasoles bebes del pequeño jardín.

Pero habia algo que no dejaba dar a Roberto ese primer paso para hablar con Mariana, era algo que no entendía, porque tímido o retraído él no era, y estudiando juntos en el mismo salón sus existencias eran de mutuo conocimiento: Roberto veía a Mariana con la divinidad de un ángel, y ella lo reconocía por su cabello crespo y abundante, su sonrisa de de dientes blanquísimos y su carcajada estridente.

Siempre que llegaba la hora del descanso él se paraba junto a la puerta del salón, y con muchas excusas un poco tontas se quedaba ahí esperando a que Mariana organizara sus lápices de colores y saliera con sus amigas para poder regalarle una sonrisa y que ella la contestara de igual manera, y deleitarse con esos ojos de planetas brillantes que se escondían sonreídos tras el cabello de una de sus confidentes.

Una mañana de viernes gris, Roberto llegó con la firme intención de hablarle a Mariana. Ya tenia la conviccón en sus palabras y en su pecho que se sentía mas hinchado que de costumbre. Repitió, como todos los días, el ritual de la puerta del salón y esperó, esta vez en total silencio, a que ella pasara envuelta en su perfecto aroma y en sus tres amigas que hacían las veces de escoltas. En el preciso instante en que pudo tomarla por el brazo, lo hizo con los nervios de punta, la miro fijo a los ojos y le pregunto si aceptaba una invitación a comer helado entre los ahora adolescentes girasoles. Ella dijo que si con la cabeza mientras sus tres escoltitas se difuminaban entre sonrísitas agudas y tímidas.

Caminaron mírandose ocasionalmente y entre pequeñas variaciones de sus labios. Llegaron a la tienda y Roberto compro los dos helados, se dirigieron al jardín de los girasoles adolescentes, y antes de que ella se sentara él puso un pañuelo para que ella no ensuciara su falda impecable.

Hablaron de todo un poco entre sonrisas. Se contaron sus gustos y algunas anécdotas graciosas, (él tenia la facilidad de ser tan divertido para ella como quisiera) y no era una conversación de desconcidos, se sentían los dos en plena confianza y se miraban como lo hacían en la puerta del salón, pero ahora con mas profundidad.

El descanso termino y el día se les paso entre encuentros momentáneos de sus miradas y el sonido del marcador en el tablero. Ya cuando llego la hora de salir, Roberto y Mariana se buscaron, y en la puerta de la escuela el tiempo se les detuvo durante los 5 segundos que duró su beso embebido de inocencia y de un diminuto amor. Cuando termino ese momento lleno de mariposas multicolores, ella subió en el auto que se había designado para recogerla y el tomó el camino hacia su hogar en la ladera, sin saber que su recíen nacida quimera con Mariana se contaminaría con gases obscuros y pesados casi por la misma época en que los girasoles del jardín terminarían su agonía.

No hay comentarios: