sábado, 2 de febrero de 2008

Nº 5

Juego a veces a ver las flores cuando duermen
y presiento la llegada de un sol tal vez furioso,
las flores tiemblan, y eso no es de todas las noches.

Estan con el rocio alborotado, con el polen en extasis,
se abrazan timidamente para tratar de imposibilitar
la ira del sol que ya asoma su primeros cabellos.

Lentamente voy sintiendo su calor en mi espalda
y me levanto, volteo la cabeza, y con mis dedos
escondo su rostro caucasico.

Me alejo de las pequeñas atemorizadas y me quedo
viendo, observando y oliendo el aroma a girasoles y
jazmines muertos, y la imagen del rocio y polen que
ya no son hermosas.

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